¡Hola comunidad Happ3n! Mi nombre es Karen y este es mi primera colaboración para la comunidad de Happ3n. Y la verdad es que estoy muy feliz de poder estar aquí compartiendo ideas con ustedes.
Si bien nuestra querida Soho ya me había invitado a escribir en este espacio, la razón de no haberlo hecho es que no había tenido tiempo suficiente ya que, hasta el año pasado, yo fui “godín”.
Si no eres de México, déjame darte una pequeña introducción a este término. “Godinez” (de ahí se derivan “godín” o “godinato”), según la Wiki, es un término de la subcultura mexicana que se utiliza para referirse a las personas que trabajan en una oficina o que son asalariadas en una empresa, con un horario típicamente de las 9 de la mañana a las 6 de la tarde (y sí, ese era mi mismo horario).
Pues bueno, yo fui godín durante 12 años. Durante ese tiempo subí rápidamente por la escalera corporativa y en solo 6 años llegué al puesto que deseaba tener. Ganaba muy bien y tenía una hermosa oficina en un tercer piso con vista a la ciudad y al mar. Inclusive cuando entrevistaba gente para contrataciones, alguna vez un joven me dijo que soñaba con tener un trabajo con una oficina que tuviera una vista hacia el exterior así de bonita. Curiosamente, su comentario me dejó pensando, ya que para esas fechas, mi trabajo más bien me hacía sentir encerrada pero con una bonita vista a la libertad que ese mismo trabajo no me permitía.
La verdad es que, hasta poco después de haber conseguido el puesto que deseaba tener, jamás se me había pasado por la cabeza renunciar a mi trabajo. Es decir, me había costado tantas horas de estudio y de semanas lejos de mi familia que parecía un absurdo. Punto y aparte de ello, en esa época yo pensaba que tener un buen cargo y buen sueldo era más que suficiente para tener las finanzas resueltas. La vida no tardó en hacerme ver mi error.
Hubo una época en mi trabajo en la que pasé por estrés, ansiedad y depresión a causa de un pésimo liderazgo por parte de mi superior. Comencé a pensar sobre cuál era la necesidad de poner en riesgo hasta mi salud por un trabajo en el que, pensándolo muy a fondo, seguía principalmente por el dinero.
Pero en esa época dejar mi trabajo no era una opción. Por más que lo deseara, no tenía ni idea de qué hacer con el dinero que me pagarían al terminar mi relación laboral, no tenía un colchón financiero para afrontar los primeros meses, no sabía invertir mi dinero para hacerlo crecer y mucho menos sabía crear fuentes adicionales de ingresos. Porque, por mucho que lo queramos, tampoco se trata de renunciar a nuestro trabajo si antes no hemos construimos el andamio que nos sostendrá al dejar de percibir nuestra principal fuente de ingresos.
Sin embargo, esa experiencia, tan mala como fue, me permitió entender que no hay nada más inseguro que tener una sola fuente segura de ingresos. Es decir, imagínate que te peleas con tu jefe, que tu puesto o tu lugar de trabajo desaparecen, o que simplemente te despiden. Si dependes al 100% de tu trabajo, tienes muchas deudas y peor aun, vives “de cheque a cheque”, tendrás muchísimos problemas si te quedas sin tu principal fuente de ingresos.
Y tan pronto como entendí eso, inicié un camino lleno de muchísimo aprendizaje. Comencé a ahorrar más, a estudiar sobre inversiones y a adquirir nuevas habilidades. Ese camino también me permitió conocer muchas personas que poco a poco me enseñaron muchas cosas y con quienes incluso forjé una amistad.
No fue un proceso rápido sino que tomó varios años. Y aunque esto pueda paracer obvio, te lo digo porque a veces sobre estimamos mucho lo que podemos lograr en el corto plazo (creemos que los cambios serán inmediatos), pero subestimamos lo que podemos lograr en el largo plazo (olvidamos el poder del efecto compuesto de los hábitos que vamos creando).
Todos los cambios que hagas te darán el poder de tener opciones. Y creéme que no hay nada más increíble que el poder elegir lo que quieres hacer sin que el dinero represente un obstáculo.
Y así las cosas, el punto de tomar una decisión definitiva llegó después de mis vacaciones de mitad de año, durante las cuales me di cuenta de que simplemente mi trabajo ya no me hacía feliz y de que no quería verme sentada en la misma oficina durante el próximo año, o el próximo lustro, o la próxima década. Y a pesar de haber armado ya un colchón financiero muy grande, aun me asustaba la idea de dejar de percibir un sueldo, pero más me asustaba la idea de que el tiempo siguiera pasando y las cosas siguieran exactamente igual.
Después de razonarlo mucho, de hacer cuentas y de crear un plan a seguir, el día que cumplí 12 años en mi trabajo, le presenté a mi jefe mi renuncia con carácter de irrevocable.
No fue para nada fácil, pero sabía que era la decisión que necesitaba tomar. Era momento, después de tantos años de postergarlos, de dedicarme a mis proyectos personales. Y el hecho de haberme preparado durante años para este escenario, hizo una diferencia abismal.
SI tu intención es dejar tu trabajo para perseguir otras metas y objetivos, quisiera compartirte algunos consejos, los cuales para mi hicieron esa diferencia:
Espero que, si estás en una situación personal similar, esta historia pueda serte de utilidad. Sé que hacer un cambio tan grande puede atemorizarnos, pero tal y como dice un amigo mío, detrás del miedo se encuentran las cosas buenas de la vida.
Karen es Maestra en Derecho; ama escribir sobre blockchain y criptoactivos, finanzas personales e inversiones. Se ha dedicado activamente a enseñar, dar charlas e impartir capacitaciones así como a escribir sobre estos temas que le apasionan tanto.
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